TODA UNA VIDA
de
Clarín
Nostalgias de la “Belle epoque” frente a las orillas del Río Luján
“Escenas del 1900”, una muestra en el Museo de Arte TigreBotes de paseo de principios del siglo XX, vitrolas, fotos en blanco y negro. Un viaje al pasado en una exposición. Por Bárbara Alvarez Plá.
Fotos en blanco y negro en las que mujeres de
la alta sociedad argentina toman fernet mientras la barca en la que
están sentadas se mece el río; pantallas que muestran escenas de la zona
filmadas allá por 1914. En ellas se aprecia cómo era la vida durante la
Belle Epoque argentina; pinturas realizadas por las primeras
mujeres dedicadas al arte; objetos de la época, vestidos, vitrolas. Un
viaje en el tiempo. Eso supone la muestra Escenas del 1900, que puede verse estos días en el Museo Tigre (MAT), un bello edificio desde el que se ve pasar al río Luján.
La directora del museo y curadora de la muestra, María José Herrera, explica que la casa que alberga el museo es una parte importante del contenido en esta exposición y cuenta que el edificio comenzó a construirse en 1910 para un club social. Habla de un momento en que el modelo francés impuso sus normas en las clases altas argentinas, para quienes el Tigre empezó a ser un lugar de esparcimiento.
Se trata de una muestra con varias partes diferenciadas: “La primera”, explica Herrera, “se llama Desbordando los géneros y en ella hay obras de las primeras mujeres que fueron pintoras profesionales, como María Obligado, que expone sus paisajes del Delta y también sus desnudos, llamados en la época ‘Academias’”. En la misma sala hay una obra de Ernesto de la Cárcova, “para mostrar que las mujeres y los hombres trabajaban la pintura al mismo nivel”, aclara la directora.
En otro sector se exhiben obras de los llamados “pintores de la Generación del 80”, como Eduardo Sívori, Francisco Parisi o Reinaldo Giudici, entre otros, junto a la obra de artistas contemporáneas como Delia Cancela que, inspirada en el lujo de la época, creó un suntuoso vestido con luces internas, sobre el que están pintadas la flora y la fauna del Delta. El vestido tiene un canesú donde el mapa del Tigre está bordado con canutillos y seda. También se ubica acá la obra de Nora Correa que, aludiendo a lo femenino, creó una pared de abanicos hechos de mica y brillantes como espejos. Completan la interpretación contemporánea de la época el fardo gigante de mimbre de Jorge Gamarra y un muro de adobe realizado por Horacio Zabala. “Es un juego entre la casa, más europea, y la isla, más criolla, dice Herrera.
También hay fotos del Archivo de la Sociedad de Fotógrafos aficionados, fundada en 1890. Allí se ven momentos de diversión, ayudan a sentir cómo era la vida en acción, como iba sucediendo.
“La muestra habla también de la inmigración”, afirma Herrera, “esto es una amalgama entre los criollos y los inmigrantes”. Por eso, en la sala hay también una canoa autóctona y un bote de paseo de los utilizados en la época de 1910. Cerca, una gran pantalla proyecta competencias de regatas y, un poco más allá, una ambientación escenográfica muestra cómo era una pieza de la época. La directora explica: “Se trata de poner juntos distintos elementos que caracterizan al Tigre desde un punto de vista artístico y también sociológico”.
“La colección del museo es valiosísima pero muy joven y la casa es muy vieja, creo que hay que poner juntos los dos discursos”, opina Herrera. Y lo hace.
La directora del museo y curadora de la muestra, María José Herrera, explica que la casa que alberga el museo es una parte importante del contenido en esta exposición y cuenta que el edificio comenzó a construirse en 1910 para un club social. Habla de un momento en que el modelo francés impuso sus normas en las clases altas argentinas, para quienes el Tigre empezó a ser un lugar de esparcimiento.
Se trata de una muestra con varias partes diferenciadas: “La primera”, explica Herrera, “se llama Desbordando los géneros y en ella hay obras de las primeras mujeres que fueron pintoras profesionales, como María Obligado, que expone sus paisajes del Delta y también sus desnudos, llamados en la época ‘Academias’”. En la misma sala hay una obra de Ernesto de la Cárcova, “para mostrar que las mujeres y los hombres trabajaban la pintura al mismo nivel”, aclara la directora.
En otro sector se exhiben obras de los llamados “pintores de la Generación del 80”, como Eduardo Sívori, Francisco Parisi o Reinaldo Giudici, entre otros, junto a la obra de artistas contemporáneas como Delia Cancela que, inspirada en el lujo de la época, creó un suntuoso vestido con luces internas, sobre el que están pintadas la flora y la fauna del Delta. El vestido tiene un canesú donde el mapa del Tigre está bordado con canutillos y seda. También se ubica acá la obra de Nora Correa que, aludiendo a lo femenino, creó una pared de abanicos hechos de mica y brillantes como espejos. Completan la interpretación contemporánea de la época el fardo gigante de mimbre de Jorge Gamarra y un muro de adobe realizado por Horacio Zabala. “Es un juego entre la casa, más europea, y la isla, más criolla, dice Herrera.
También hay fotos del Archivo de la Sociedad de Fotógrafos aficionados, fundada en 1890. Allí se ven momentos de diversión, ayudan a sentir cómo era la vida en acción, como iba sucediendo.
“La muestra habla también de la inmigración”, afirma Herrera, “esto es una amalgama entre los criollos y los inmigrantes”. Por eso, en la sala hay también una canoa autóctona y un bote de paseo de los utilizados en la época de 1910. Cerca, una gran pantalla proyecta competencias de regatas y, un poco más allá, una ambientación escenográfica muestra cómo era una pieza de la época. La directora explica: “Se trata de poner juntos distintos elementos que caracterizan al Tigre desde un punto de vista artístico y también sociológico”.
“La colección del museo es valiosísima pero muy joven y la casa es muy vieja, creo que hay que poner juntos los dos discursos”, opina Herrera. Y lo hace.
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