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Palabra más, palabra menos, todos concordamos en buscar bienestar para nuestras vidas. Aun a quienes les gusta el jaleo, a quienes buscan problemas, a quienes revuelven desconsuelos, los guía la búsqueda del bienestar que sucederá a estas tempestades.

Avanzando, en el imaginario colectivo está resuelto qué es el bienestar: bien estar es estar bien.

Deslizamiento de tales cavilaciones, el paso siguiente para estar bien, es no estar mal y para ello se huye ante contratiempos y dificultades.

Pero pendientes las necesidades, por más que se postergue, se aplace o se demore su respuesta, las urgencias volverán.

Este blog trae situaciones de la vida que reflejan cuentas saldadas, cuentas a saldar. Un paso para conseguir otro equilibrio. Ya, aquí y ahora. Otro bienestar es posible.

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domingo, 22 de junio de 2014

El Grupo de Jóvenes Juan Pablo II visitó el Hogar San Luis

de
La Voz
de Bragado


 El sábado 14 de junio el grupo de Jóvenes Juan Pablo II de la parroquia San Martín de Porres visitó el Hogar de Ancianos San Luis en horas de la tarde.
Como es costumbre, se hizo una celebración de la palabra, y  reflexionando acerca de lo que la Iglesia vive litúrgicamente, el fin de semana fue la festividad de la Santísima Trinidad. Se sumó a esto además la celebración del Día del Padre. 
 Los chicos sirvieron la merienda y compartieron con los abuelos, galletitas, caramelos y tortas. Mientras tanto el coro de los jóvenes entonó algunas canciones. Se recorrieron todas las salas y se rezó en cada una de ellas.
 Se sumó luego más música con la presencia de artistas locales, eventos que Jorge Mario Blanco prepara para los abuelos cada quince días.
 Agradecemos a las personas encargadas del Hogar por su disponibilidad, para que  los chicos puedan cumplir su misión. 
EL SENTIDO Y VALOR DE LA VEJEZ
 La experiencia que los ancianos pueden aportar al proceso de humanización de nuestra sociedad y de nuestra cultura es más preciosa que nunca, y les ha de ser solicitada, valorizando aquellos que podríamos definir los carismas propios de la vejez:
–La gratuidad. La cultura dominante calcula el valor de nuestras acciones según los parámetros de una eficiencia que ignora la dimensión de la gratuidad. El anciano, que vive el tiempo de la disponibilidad, puede hacer caer en la cuenta a una sociedad «demasiado ocupada» la necesidad de romper con una indiferencia que disminuye, desalienta y detiene los impulsos altruistas.
–La memoria. Las generaciones más jóvenes van perdiendo el sentido de la historia y, con este, la propia identidad. Una sociedad que minimiza el sentido de la historia elude la tarea de la formación de los jóvenes. Una sociedad que ignora el pasado corre el riesgo de repetir más fácilmente sus errores. La caída del sentido histórico puede imputarse también a un sistema de vida que ha alejado y aislado a los ancianos, poniendo obstáculos al diálogo entre las generaciones.
–La experiencia. Vivimos, hoy, en un mundo en el que las respuestas de la ciencia y de la técnica parecen haber reemplazado la utilidad de la experiencia de vida acumulada por los ancianos a lo largo de toda la existencia. Esa especie de barrera cultural no debe desanimar a las personas de la tercera y de la cuarta edad, porque ellas tienen muchas cosas que decir a las nuevas generaciones y muchas cosas que compartir con ellas.
–La interdependencia. Nadie puede vivir solo; sin embargo, el individualismo y el protagonismo divagantes ocultan esta verdad. Los ancianos, en su búsqueda de compañía, protestan contra una sociedad en la que los más débiles se dejan con frecuencia abandonados a sí mismos, llamando así la atención acerca de la naturaleza social del hombre y la necesidad de restablecer la red de relaciones interpersonales y sociales.
–Una visión más completa de la vida. Nuestra vida está dominada por los afanes, la agitación y, no raramente, por las neurosis; es una vida desordenada, que olvida los interrogantes fundamentales sobre la vocación, la dignidad y el destino del hombre. La tercera edad es, además, la edad de la sencillez, de la contemplación. Los valores afectivos, morales y religiosos que viven los ancianos constituyen un recurso indispensable para el equilibrio de las sociedades, de las familias, de las personas. Las sociedades humanas serán mejores si saben aprovechar los carismas de la vejez.

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