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Palabra más, palabra menos, todos concordamos en buscar bienestar para nuestras vidas. Aun a quienes les gusta el jaleo, a quienes buscan problemas, a quienes revuelven desconsuelos, los guía la búsqueda del bienestar que sucederá a estas tempestades.

Avanzando, en el imaginario colectivo está resuelto qué es el bienestar: bien estar es estar bien.

Deslizamiento de tales cavilaciones, el paso siguiente para estar bien, es no estar mal y para ello se huye ante contratiempos y dificultades.

Pero pendientes las necesidades, por más que se postergue, se aplace o se demore su respuesta, las urgencias volverán.

Este blog trae situaciones de la vida que reflejan cuentas saldadas, cuentas a saldar. Un paso para conseguir otro equilibrio. Ya, aquí y ahora. Otro bienestar es posible.

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domingo, 22 de septiembre de 2013

II/III Escenas de la vida conyugal en la vida: hoy se recurre cada vez más a los psicólogos

reseña de Clarin

Aumentan las consultas y afecta más a las mujeres

Por Gisele Sousa Dias

Cada vez más parejas manifiestan los efectos de la violencia emocional. Provoca ansiedad, depresión y problemas cardíacos.
Los conflictos de la vida en pareja parecen estar en la mira, tanto sobre las tablas –“Escenas de la vida conyugal” es una de las obras más vistas de la calle Corrientes– como entre quienes estudian el impacto de las emociones en la salud. Hay parejas, entonces, que sienten el desgaste de una vida compartida, que pelean, que no se ponen de acuerdo en la crianza de sus hijos o que se enfrentan a infidelidades: nada de eso es, sin embargo, el “estrés conyugal”. Se trata, en cambio, de soportar y tragar: burlas, ninguneos, descalificaciones, desprecio. Tragar por miedo al abandono, aun cuando todo eso que no se dice puede enfermar al cuerpo y a la mente.

“El estrés conyugal aparece cuando la relación es vivida como una amenaza constante y pone a la persona en estado de alerta. No hablo de la amenaza de violencia física sino de la amenaza de abandono, de desamor o de separación ”, explica Patricia Faur, docente de la Universidad Favaloro y autora de un libro sobre el tema. “Frente al terror que significa esa ruptura, la persona trata de callar su enojo para que nada se descontrole. Lucha por cambiar las cosas; pero cuando no lo logra, entra a una fase de desesperanza que la conduce a la depresión”, agrega.

Fernando Rubano, psicólogo especialista en pareja y familia, suma: “Una de las características es el nivel de amenaza que se establece a partir de no poder o no saber manejar el conflicto. Lo que vemos es que hay muy baja tolerancia a enfrentar los problemas vinculares y que las reacciones a los conflictos son muy viscerales”.

Esa poca tolerancia, el desgaste con el que llegan y la dificultad de encontrar un tratamiento conducen al circuito de lo que llama “impotencia relacional”. “Es decir, estás atrapado en una relación en la que hay muchos más momentos de malestar que de bienestar y esa impotencia genera muchas posibilidades de enfermarse”. Así –mientras más se habla de “violencia emocional– son cada vez más las parejas que llegan a terapia.

Es que el estrés conyugal no tiene que ver con un hecho puntual sino con la naturalización de la violencia emocional: acostumbrarse a la descalificación, a las mentiras, a la indiferencia, a las burlas, al desprecio. De esto habla Faur, magister en psiconeuroinmunoendocrinología, una disciplina que estudia la manera integrada en que funciona el sistema nervioso, el sistema endócrino, el sistema inmune y las emociones.

“Las situaciones percibidas como estresantes en forma sostenida, que conocemos como estrés crónico, son las que pueden conducir a enfermar porque el mecanismo que antes nos protegía ahora se agota”, dice. “Se alteran ejes neuroendócrinos y algunas funciones del sistema inmune, se genera un estado de ansiedad y alerta sostenido y el organismo acusa el golpe con consecuencias cardiovasculares, gastrointestinales como el síndrome de intestino irritable, cefaleas, dolores de espalda, trastornos endócrinos, enfermedades de la piel y fallas de funciones cognitivas, como la atención y la memoria”.

Las mujeres suelen ser las que más enferman “porque son capaces de tolerar muchos años una situación de indignidad, de humillación o de desamor y son más vulnerables desde el punto de vista psiconeuroinmunoendócrino. Por ejemplo, la depresión es más prevalente en ellas: dos mujeres por cada hombre”.

¿Qué es lo que enferma? “Es estar atrapado en un vínculo amoroso donde se trabaja para ser querido y bien tratado y se consigue lo contrario. La sensación de impotencia es definitoria porque es la que genera la apertura de mucho resentimiento. Y ese resentimiento dispara a la violencia”, explica Rubano. “Es violencia que sale y se expresa o que va para adentro del cuerpo. Y es ahí donde genera enfermedad”.

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