de
Página 12
“La paz es una forma de ser, no un concepto abstracto”
Imagen: Joaquín Salguero.
Gabriel es hijo de Marshall Meyer, el rabino norteamericano que vivió veinticinco años en la Argentina, donde lideró una transformación cultural en el judaísmo latinoamericano y llevó adelante un trabajo de defensa de los derechos humanos, integrando la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas al regreso de la democracia. Gabriel nació en Córdoba, en un campamento juvenil educativo que habían creado sus padres, al que regresaba todos los veranos, una vez radicado en Buenos Aires. “Mis viejos trabajaban con una integración de arte, educación judía y naturaleza, era una formación muy especial. Me acuerdo, por ejemplo, de una obra de teatro que tenía música de los Beatles, palabras del Libro de Jonás, y mi viejo era la ballena adentro de la pileta. Así crecí yo”, grafica. En ese ambiente abierto a la creación, pero también al trabajo social, Meyer creció entre la militancia en el Movimiento Judío por los Derechos Humanos (fundado por su padre y Herman Schiller), el fútbol, el teatro, la poesía, viajes que lo llevaron por Grecia, Africa y el desierto de Sinaí, para finalmente radicarse en Israel, desde donde trabaja en encuentros por la paz que reúnen a israelíes, palestinos e iraníes en todo el mundo.
En ese contexto, “Sólo le pido a Dios” aparece como un eslabón más en todo este trabajo, sumando además la conexión de Medio Oriente con América latina, desde las lenguas pero también desde la instrumentación, una de las marcas que hacen especial esta versión. “El disco habla de trabajar con la gente, más allá de los gobiernos, que por el momento están lejos de conseguir la paz. Habla del trabajo diario a través de las canciones, la poesía, el arte. Eso a mí me llegó mucho”, alaba Gieco el trabajo de Meyer. “El, viviendo en Israel, está todo el tiempo trabajando con músicos de Egipto, Palestina e Irán y, claro, se mete en problemas con el gobierno de derecha.” “Además de que descubrimos que conocemos mucha gente en común, la conexión con Gieco fue inmediata porque tenemos miradas muy parecidas sobre la música, el arte, lo que significa ser artista y lo que se puede hacer desde ese lugar. Eso nos ha hermanado”, dice Meyer.
Los músicos se entusiasman, siguen hablando de los proyectos de cada uno: a Meyer lo esperan conciertos en Estados Unidos; Gieco ya está saliendo para La Pampa, Córdoba, donde tocará con Rally Barrionuevo, después a Montevideo con Agarrate Catalina. Prepara también su próximo disco, que será doble. Ya tiene grandes nombres –Rosquín folklore y Rosquín Rock– y ya imagina invitados como Los Manseros Santiagueños o Chizzo, de La Renga. Y están también los proyectos conjuntos, un viaje de Gieco a Israel, la presentación de Meyer en la Argentina, que esperan sea para este año.
–¿Cómo se dio este encuentro y esta versión?
León Gieco: –Yo no conocía a Gabriel, sólo por referencias al padre, al que tampoco conocí personalmente, pero siempre lo respeté muchísimo como un rabino que salvó mucha gente durante la dictadura, un tipo que visitaba a los presos en las cárceles y denunciaba lo que estaban sufriendo. Gabriel quedó muy compenetrado con la historia del padre, él vivió todo eso y lo traslada a su trabajo. A través de Isabel de Sebastián, que estaba casada con Bob Telson y viajaba para allá, Gabriel me hizo llegar su disco. Cuando escuché la versión, me pareció increíble, tan hermosa, con instrumentos de Medio Oriente, y con esta chica iraní que no respeta la melodía, sino que la abre de una forma que parece una música de otra región, le da un toque étnico muy especial. Por entonces, yo estaba preparando los conciertos del Luna Park con Agarrate Catalina y dije: “Esta es la versión de ‘Sólo le pido a Dios’ que tenemos que poner”. Los hermanos Dawidson, que habían hecho el video de “Hoy bailaré”, hicieron un hermoso video con imágenes de los salvadores y los atacantes de la paz, y así sonó acá por primera vez.
Gabriel Meyer: –Cuando empecé a hacer este nuevo disco sentí que necesitaba poner una parte mía de la Argentina, de donde yo era, donde crecí y viví hasta 1988. Y “Sólo le pido a Dios” representaba no solamente la argentinidad, también un puente con el Medio Oriente, un grito de paz. Los israelíes la conocen, y mucho, por Mercedes Sosa; para mí esa es una canción de raíz en el rock argentino, pero que va más allá: hay algo de raíz latinoamericana que pega mucho, y por eso los grandes del rock que vienen a la Argentina quieren cantar con León. Está muy metida en la identidad argentina y latinoamericana, tiene un corazón enorme. En mi trabajo por la paz llegué a relacionarme mucho con iraníes y conocí a esta cantante, Aida, me encantó. La grabé en Harlem y luego sumamos bansuri, laúd, pero también bombo, guitarra...
–Esa mezcla instrumental es uno de los aciertos de la versión. ¿Cómo apareció?
G. M.: –Para mí es natural: vivo allá y son los instrumentos que tocan mis amigos. Pero, a la vez, quería un bombo y la guitarra, esa es mi identidad argentina. León se enganchó mucho porque me contó que cuando la grabó por primera vez con Dino Saluzzi era lenta, como la canto yo ahora. Después Mercedes Sosa la aceleró con el bombo, pero la versión original era más parecida a ésta.
–¿Y cómo creen que una canción puede contribuir a la paz? ¿Cuál es el poder que tiene una canción?
G. M.: –La paz no es un concepto abstracto, es una forma de ser, una manera de vivir. Hasta que los gobernantes no entiendan esto, hasta que la gente común no entienda esto, el cambio no va a ser posible. Hay que convencer a la gente desde adentro, y ese es el trabajo, como una gota que horada la piedra, un poquito todos los días. Hacia allí me dirijo con mi trabajo.
L. G.: –Soy de las personas que se hacen cargo de la canción: pongo el cuerpo, el corazón. Estoy permanentemente tocando aquí y allá, viajo, adhiero, apoyo, canto donde creo que tengo que cantar, para los movimientos de campesinos en Córdoba, contra la trata de mujeres, para sumar a los chicos que tienen capacidades especiales. Esa es mi manera de entender el poder de una canción.
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