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La intervención de Fontanarrosa, acaso la menos académica del CILE, fue sin duda una de las más lúcidas, por la manera en la que dejó flotando un puñado de preguntas ineludibles entre la audiencia. Y lo notable, como en sus cuentos, es que el Negro hizo reír a carcajadas limpias a la mayoría de los espectadores: no leyó, y aunque se llevó un machete, prescindió de sus apuntes manuscritos porque se había olvidado los anteojos. “Se me ocurrió hablar sobre las malas palabras”, comenzó, distendiendo el ambiente del teatro El Círculo, señala la crónica de entonces del diario Página 12.
“¿Por qué son malas las palabras? ¿Les pegan a las otras? ¿Son malas porque son de mala calidad?”, se preguntó. “Tienen actitudes reñidas con la moral, pero no sé quién las define como malas palabras, pero parecen los villanos de la película”, dijo.
“Las malas palabras brindan otros matices y hay algunas que son irreemplazables: no es lo mismo decir que una persona es tonta o pelotuda. Tonto puede ser una disminución neurológica agresiva, pero el secreto de la palabra pelotudo está en la letra ‘t’”. “Mierda es una palabra también irreemplazable. El secreto está en la ‘r’ fuerte, porque en otros lugares es más débil, como la pronuncian los cubanos, que la hacen más suave, como los chinos”.
Finalmente, el Negro Fontanarrosa, exigió que se reflexionara sobre la condición terapéutica de las malas palabras, que sirven para descargarse, según se lo aconseja su psicoanalista. “Pido una amnistía para la mayoría de las malas palabras e integrémoslas al lenguaje”, reclamó.
Ese día, Fontanarrosa, gran escritor, dibujante y humorista, creador de notables personajes como Inodoro Pereyra y Boogie el aceitoso, desparramó genialidad. Una vez más. > L. R. > Imagen: Télam.
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