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y epígrafe de la nota publicada en Clarín
Por Raúl Martínez Fazzalari / Para Clarín Buena Vida
Nuestras grandes y pequeñas decisiones definen quiénes
somos. Tres historias reales nos demuestran que hay decisiones para toda la
vida, otras en las que es correcto reconocer errores y otras que son
colectivas.
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20/02/14 - 14:13
Algo que siempre me ha llamado la atención y he tratado de
comprender es el origen de ese misterio que se esconde en la toma de
decisiones.
Cómo es que algunas personas ante determinadas
circunstancias de la vida, ante la adversidad, el dolor, el desánimo, ante las injusticias,
continúan por el camino que consideran correcto.
De dónde surge esa fuerza interior que los hacen continuar
por el camino de sus creencias. Cuál es el mecanismo (si existe alguno) en que
algunas personas ante una circunstancia, un hecho determinado; decidan seguir
adelante.
Qué es lo que forma la naturaleza de aquellas personas que
ante la posibilidad de tomar el camino más corto y fácil, de lo banal o efímero
en optan por lo que consideran correcto, sosteniendo una decisión a lo largo
del tiempo y enfrentando todas las adversidades.
Jorge Luis Borges dijo en el su relato “La Lotería de
Babilonia” (así en el original, es “La Lotería en Babilonia”) que ninguna
decisión es final, todas se ramifican en otras. La naturaleza de las decisiones
humanas es compleja, las mismas se proyectan en otras pequeñas o grandes, las
que se van multiplicando en otras por el solo hecho de la existencia de una
inicial.
Elegimos continuamente en la vida. Algunas veces esas
elecciones son importantes como formar una familia, el tener hijos, la carrera
que se elige, en creer o no en una ser superior. Esas opciones son muy
trascendentales, aunque no son más que 5 o 6 a lo largo de toda una vida.
La mayoría de los días elegimos cosas menos trascendentales.
Qué ropa ponernos, en qué medio ir al trabajo, qué desayunar o cenar o qué días
y lugar para nuestras vacaciones.
La inmensa mayoría de nuestras decisiones son pequeñas,
intrascendentes u olvidables. Ahora, el conjunto total de las grandes y
pequeñas decisiones es lo que nos define. Somos en definitiva la suma total de
esas elecciones.
Hay tres historias reales que siempre me han impactado. Cada
una relata de forma particular a personas ante diferentes circunstancias y sus
decisiones ante ellas.
La persistencia de Alice Stewart
La primera de ellas es la que tomó Alice Stewart, nacida en
Inglaterra en el año 1906, estudió medicina especializándose en epidemióloga y
en particular sobre los efectos de la radiación.
A raíz de sus estudios, en el año 1952 descubrió por medio
de la comparación estadística que las mujeres embarazadas sometidas a rayos X,
presentaban altos porcentajes que sus hijos nacieran muertos o con graves
enfermedades con motivo de la exposición a esa radiación.
En esos años la panacea de la tecnología y de su aplicación
en la medicina era el uso de los rayos X. Descubrió que ese avance en la
ciencia afectaba gravemente a la salud y por ello decidió que iba a dar a
conocer y dar a conocer de todas las formas posibles de lo que estaba
convencida.
Efectivamente durante años hizo campañas de concientización
pública, trató de convencer a gobiernos, otros científicos y sociedades de
médicas del mundo de los peligros para las mujeres.
Su acción fue reconocida más de 15 años después. Es difícil
imaginar los días de desaliento y frustración, de soledad e impotencia al ver
que ella tenía razón y nadie lo aceptaba. Qué fácil habría sido abandonar su
postura. Sin embargo ella fue constante y consecuente a la decisión que había
tomado.
Hoy en día cuando entro en una sala de rayos X y veo
carteles que advierten a las mujeres embarazadas de los riesgos a su
exposición, no puedo dejar de pensar en Alice Stewart e imaginar la cantidad de
vidas que salvó por su decisión.
William LeMessurier, talento y ética
La segunda decisión está vinculada a alguien del mundo de la
construcción. A fines de los años 60, William LeMessurier era el titular de uno
de los estudios de construcción y arquitectura más importantes del mundo. Un
estilo único en que se destacó por la construcción de edificios
gubernamentales, paseos, viviendas, entre otros.
La coronación de su carrera se dio a principios de los 70
cuando fue contratado para construir uno de los edificios más icónicos del
mundo: la sede corporativa en la ciudad de Nueva York de Citigroup Building. Un
magnífico edificio blanco de 59 pisos de altura, que termina con un dramático
corte trasversal en su parte superior. La silueta sobresale hoy de entre todos
sus pares en esa magnífica ciudad.
Terminado, inaugurado y desde ya satisfecho por su máxima
realización pocas metas le restaban cumplir. Sin embargo un día al finalizar
una de sus clases en la universidad, un alumno le presentó una serie de
cálculos y proyecciones en donde le indicaba que el edificio estaba mal
construido. Y que si se producía un fenómeno climático determinado el edificio
podría sucumbir.
Ante ello, rehízo todos los cálculos desde cero. Proyectó
todas las medidas y factores y expuso su obra a la previsión indicada por el
alumno. El resultado fue que efectivamente el edificio estaba mal construido y
que podría caerse.
Ante esa circunstancia tuvo que tomar una decisión: o
callaba o daba a conocer su error, poniendo su carrera en ruinas. Decidió
contar su error, enfrentó el problema, propuso una solución y hoy es
considerado como un ejemplo de ética y rectitud profesional, incluso que supera
a su destacada carrera.
Hijos intercambiados
La tercera historia ocurrió en una ciudad de Francia a
comienzos de los años 90. Un matrimonio tenía un chico de 6 años.
El padre tuvo que realizarse un estudio genético por el que
requería la compatibilidad en su descendiente. Cuando al menor le hicieron la
prueba dio como resultado una incompatibilidad genética con el padre. No era su
hijo.
La madre se hizo el mismo estudio y dio también
incompatibilidad. El hospital lo había cambiado el día del nacimiento con otra
pareja.
Luego de una investigación se dio con el matrimonio al que
también le habían cambiado el hijo. El juez interviniente convocó a todas las
partes y les explicó que la ley le exigía el seguir la consanguinidad y que
debían intercambiar a sus hijos, aunque les dio la opción a los padres que
estaban de acuerdo en mantener a los hijos intercambiados. Ambas partes así lo
decidieron y con amplio régimen de visitas el juez, optaron por la continuación
de los chicos intercambiados.
Estas tres historias nos demuestran que hay decisiones que
hay que sostener a lo largo de toda la vida, hay otras en las que es correcto
reconocer errores y hay otras que son colectivas.
En un año que comienza y las promesas y expectativas son
amplias me pregunto qué decisiones a nuestro alcance tomaremos para mejora o
modificar nuestra vida o la de terceros.
* El autor es abogado y Coordinador Académico de la
Licenciatura de Ciencia Política y de Gobierno en la UCES.
rmf@martinezfazzalari.com.
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