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Palabra más, palabra menos, todos concordamos en buscar bienestar para nuestras vidas. Aun a quienes les gusta el jaleo, a quienes buscan problemas, a quienes revuelven desconsuelos, los guía la búsqueda del bienestar que sucederá a estas tempestades.

Avanzando, en el imaginario colectivo está resuelto qué es el bienestar: bien estar es estar bien.

Deslizamiento de tales cavilaciones, el paso siguiente para estar bien, es no estar mal y para ello se huye ante contratiempos y dificultades.

Pero pendientes las necesidades, por más que se postergue, se aplace o se demore su respuesta, las urgencias volverán.

Este blog trae situaciones de la vida que reflejan cuentas saldadas, cuentas a saldar. Un paso para conseguir otro equilibrio. Ya, aquí y ahora. Otro bienestar es posible.

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martes, 25 de febrero de 2014

Tres historias de decisiones de vida



Enlace y epígrafe de la nota publicada en Clarín






Por Raúl Martínez Fazzalari / Para Clarín Buena Vida

Nuestras grandes y pequeñas decisiones definen quiénes somos. Tres historias reales nos demuestran que hay decisiones para toda la vida, otras en las que es correcto reconocer errores y otras que son colectivas.

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20/02/14 - 14:13
Algo que siempre me ha llamado la atención y he tratado de comprender es el origen de ese misterio que se esconde en la toma de decisiones.
Cómo es que algunas personas ante determinadas circunstancias de la vida, ante la adversidad, el dolor, el desánimo, ante las injusticias, continúan por el camino que consideran correcto.
De dónde surge esa fuerza interior que los hacen continuar por el camino de sus creencias. Cuál es el mecanismo (si existe alguno) en que algunas personas ante una circunstancia, un hecho determinado; decidan seguir adelante.
Qué es lo que forma la naturaleza de aquellas personas que ante la posibilidad de tomar el camino más corto y fácil, de lo banal o efímero en optan por lo que consideran correcto, sosteniendo una decisión a lo largo del tiempo y enfrentando todas las adversidades.
Jorge Luis Borges dijo en el su relato “La Lotería de Babilonia” (así en el original, es “La Lotería en Babilonia”) que ninguna decisión es final, todas se ramifican en otras. La naturaleza de las decisiones humanas es compleja, las mismas se proyectan en otras pequeñas o grandes, las que se van multiplicando en otras por el solo hecho de la existencia de una inicial.
Elegimos continuamente en la vida. Algunas veces esas elecciones son importantes como formar una familia, el tener hijos, la carrera que se elige, en creer o no en una ser superior. Esas opciones son muy trascendentales, aunque no son más que 5 o 6 a lo largo de toda una vida.
La mayoría de los días elegimos cosas menos trascendentales. Qué ropa ponernos, en qué medio ir al trabajo, qué desayunar o cenar o qué días y lugar para nuestras vacaciones.
La inmensa mayoría de nuestras decisiones son pequeñas, intrascendentes u olvidables. Ahora, el conjunto total de las grandes y pequeñas decisiones es lo que nos define. Somos en definitiva la suma total de esas elecciones.
Hay tres historias reales que siempre me han impactado. Cada una relata de forma particular a personas ante diferentes circunstancias y sus decisiones ante ellas. 
La persistencia de Alice Stewart
La primera de ellas es la que tomó Alice Stewart, nacida en Inglaterra en el año 1906, estudió medicina especializándose en epidemióloga y en particular sobre los efectos de la radiación.
A raíz de sus estudios, en el año 1952 descubrió por medio de la comparación estadística que las mujeres embarazadas sometidas a rayos X, presentaban altos porcentajes que sus hijos nacieran muertos o con graves enfermedades con motivo de la exposición a esa radiación.
En esos años la panacea de la tecnología y de su aplicación en la medicina era el uso de los rayos X. Descubrió que ese avance en la ciencia afectaba gravemente a la salud y por ello decidió que iba a dar a conocer y dar a conocer de todas las formas posibles de lo que estaba convencida.
Efectivamente durante años hizo campañas de concientización pública, trató de convencer a gobiernos, otros científicos y sociedades de médicas del mundo de los peligros para las mujeres.
Su acción fue reconocida más de 15 años después. Es difícil imaginar los días de desaliento y frustración, de soledad e impotencia al ver que ella tenía razón y nadie lo aceptaba. Qué fácil habría sido abandonar su postura. Sin embargo ella fue constante y consecuente a la decisión que había tomado.
Hoy en día cuando entro en una sala de rayos X y veo carteles que advierten a las mujeres embarazadas de los riesgos a su exposición, no puedo dejar de pensar en Alice Stewart e imaginar la cantidad de vidas que salvó por su decisión.
William LeMessurier, talento y ética
La segunda decisión está vinculada a alguien del mundo de la construcción. A fines de los años 60, William LeMessurier era el titular de uno de los estudios de construcción y arquitectura más importantes del mundo. Un estilo único en que se destacó por la construcción de edificios gubernamentales, paseos, viviendas, entre otros.
La coronación de su carrera se dio a principios de los 70 cuando fue contratado para construir uno de los edificios más icónicos del mundo: la sede corporativa en la ciudad de Nueva York de Citigroup Building. Un magnífico edificio blanco de 59 pisos de altura, que termina con un dramático corte trasversal en su parte superior. La silueta sobresale hoy de entre todos sus pares en esa magnífica ciudad.
Terminado, inaugurado y desde ya satisfecho por su máxima realización pocas metas le restaban cumplir. Sin embargo un día al finalizar una de sus clases en la universidad, un alumno le presentó una serie de cálculos y proyecciones en donde le indicaba que el edificio estaba mal construido. Y que si se producía un fenómeno climático determinado el edificio podría sucumbir.
Ante ello, rehízo todos los cálculos desde cero. Proyectó todas las medidas y factores y expuso su obra a la previsión indicada por el alumno. El resultado fue que efectivamente el edificio estaba mal construido y que podría caerse.
Ante esa circunstancia tuvo que tomar una decisión: o callaba o daba a conocer su error, poniendo su carrera en ruinas. Decidió contar su error, enfrentó el problema, propuso una solución y hoy es considerado como un ejemplo de ética y rectitud profesional, incluso que supera a su destacada carrera.
Hijos intercambiados
La tercera historia ocurrió en una ciudad de Francia a comienzos de los años 90. Un matrimonio tenía un chico de 6 años.
El padre tuvo que realizarse un estudio genético por el que requería la compatibilidad en su descendiente. Cuando al menor le hicieron la prueba dio como resultado una incompatibilidad genética con el padre. No era su hijo.
La madre se hizo el mismo estudio y dio también incompatibilidad. El hospital lo había cambiado el día del nacimiento con otra pareja.
Luego de una investigación se dio con el matrimonio al que también le habían cambiado el hijo. El juez interviniente convocó a todas las partes y les explicó que la ley le exigía el seguir la consanguinidad y que debían intercambiar a sus hijos, aunque les dio la opción a los padres que estaban de acuerdo en mantener a los hijos intercambiados. Ambas partes así lo decidieron y con amplio régimen de visitas el juez, optaron por la continuación de los chicos intercambiados.
Estas tres historias nos demuestran que hay decisiones que hay que sostener a lo largo de toda la vida, hay otras en las que es correcto reconocer errores y hay otras que son colectivas.
En un año que comienza y las promesas y expectativas son amplias me pregunto qué decisiones a nuestro alcance tomaremos para mejora o modificar nuestra vida o la de terceros.
* El autor es abogado y Coordinador Académico de la Licenciatura de Ciencia Política y de Gobierno en la UCES. rmf@martinezfazzalari.com.

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