Cuatro de cada 10 argentinos padecen trastornos de sueño
Por Victoria De Masi
Entre las razones están la sobrecarga de trabajo, el uso excesivo de la tecnología y enfermedades no diagnosticadas. En sólo un año, creció más de 4% el uso de fármacos para poder dormir.
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Las razones son muchas: el modelo cultural impone una vida de 24 horas por siete días, la tecnología se metió en las habitaciones a través de los teléfonos inteligentes que nunca se apagan y la sobrecarga de trabajo hace lo suyo. Hay otros factores, como enfermedades no diagnosticadas. Y a raíz de esto, los especialistas consultados por Clarín advierten sobre la automedicación y la manera excesiva en la que se consume fármacos inductores del sueño.
La venta de inductores del sueño viene en alza en el país. Según la consultora especializada en industria farmacéutica IMS Health, durante el año pasado se vendieron 14.293.637 pastillas, 617.027 tranquilizantes más que en el mismo periodo el año anterior, un aumento del 4,3% en sólo 12 meses. Y se da en el marco de una tendencia creciente, ya que según la Confederación Farmaceútica Argentina (COFA), la venta de remedios que actúan sobre el sistema nervioso trepó el 24,67% entre 2004 y 2012. El alprazolam y el bromazepam (conocidas comercialmente como Alplax y Lexotanil), son las dos drogas más recetadas de una docena que ofrece el mercado.
¿Cómo se administra un tratamiento con fármacos? Lo ideal es que receten una dosis baja de un fármaco por un corto período, aunque muchos médicos prefieren indagar en las causas de la patología antes de recetar. Igual, antes que la pastilla hay otras opciones. Hoy se ponen en práctica formas que no incluyen ingesta de remedios. Daniel Pérez Chada, jefe de Neumonología y director de la Clínica del Sueño del Hospital Austral, explica: “Lo mejor es ingresar en un programa de higiene del sueño y un tratamiento cognitivo conductual. Y claro, antes hacer un buen diagnóstico. Hay pacientes que creen que son insomnes cuando en realidad tienen el síndrome de apnea del sueño que les produce una excesiva somnolencia durante el día”. Pérez Chada dice que la tendencia natural es tomar un hipnótico y que si bien hay que tener receta, la gente los consigue igual. “Con la contraindicación de que aumenta el riesgo de padecer otras enfermedades”, avisa.
“Los jóvenes, que son los más nocturnos, son también quienes más lo sufren: su biología tiende a prolongar el día y deben cumplir con obligaciones que les generan estrés”, observa Daniel Cardinali, médico e investigador de CONICET. Y sigue: “La privación del sueño impacta en tres áreas vitales. En principio la cognitiva, porque la calidad de la tarea diurna decae. Luego lo emocional. Y repercute en la salud, por ejemplo en la obesidad. No hay dudas de que dormir no es perder el tiempo”.
En Estados Unidos, la mitad de la población padece insomnio. Y en Argentina las cifras son similares. “Varios estudios epidemiológicos en distintas poblaciones demuestran que el 40% de la población urbana está afectada por insomnio. En el único estudio específico realizado en áreas urbanas de Buenos Aires, San Pablo y Ciudad de México se ha puesto en evidencia que el 65% de la población relata haber experimentado trastornos del sueño en los últimos doce meses y en el 40% de los casos estos trastornos fueron catalogados como moderados a graves. Pero tan sólo el 1% de los afectados busca ayuda por estos síntomas, que aumentan el riesgo de accidentes laborales y de tránsito, y el rendimiento escolar de los niños y adolescentes”, señala Eduardo Borsini, médico neumonólogo del Servicio de Medicina Respiratoria del Británico.
La Fundación Nacional del Sueño, con sede en Estados Unidos, describe así al insomnio: “Síntoma o dolencia de sueño insuficiente, intranquilo, de mala calidad, o no restaurador”. Las personas que lo padecen tienen dificultad para dormirse o se despiertan con frecuencia durante el sueño, o abren los ojos muy temprano y no pueden volver a cerrarlos, o cuando se despiertan sienten que no descansaron y viven somnolientos. Entre los más expuestos figuran las mujeres, los adultos mayores, los pacientes depresivos y los trabajadores en turnos.
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