Enlace
y reseña de la nota publicada en Clarín
CAMPAÑAS
La agencia Prójimo y el corto
del CEO de TBWA sobre la inclusión marcan una nueva tendencia: trabajar porque
sí.
Por Darío Laufer
ESPECIAL PARA CLARIN
Prójimo. En La Cava, en San
Isidro, la agencia da clases para los chicos del barrio.
Etiquetas
Una agencia de publicidad abrió
sus puertas adentro de una villa en San Isidro. Un CEO que juntó a colegas y
amigos para filmar un corto a favor de la inclusión. Una agencia que puso su
talento creativo para desarrollar la marca de la fábrica de pastas donde piden delivery
.
El estereotipo de la publicidad
como una profesión sin fallas ni fisuras, con ejecutivos felices y sonrientes,
no existe más. Mucho menos la figura del dandy creativo preocupado solo por el
glamour y los tragos que toma. El discurso del marketing es tan omnipresente en
la sociedad contemporánea que incluso los publicistas buscan llevar a cabo
acciones que les permitan hacer algo porque sí, sin pensar tanto en el rédito o
en los premios.
“A la base de la pirámide nunca
le dieron pelota”, lanza Gonzalo Vidal Meyrelles, fundador de la escuela
agencia Prójimo. Su proyecto sería uno más entre las nuevas agencias si no
fuera por un pequeño detalle: para sostener sus palabras, se instaló en el
corazón de La Cava, la villa más grande de San Isidro. “La fundamos con el
concepto de que la Responsabilidad Social Empresaria (RSE) tiene que ser
enteramente responsable, no de una parte. Para eso, pensamos que una buena
forma de ser coherentes era buscar gente con necesidades y que tiene una resiliencia
única que aporta a la comunicación y a las marcas, y es la gente que vive en
las villas. Y como la gente no sabía de comunicación, fundamos una escuela para
enseñarles creatividad. Los preparamos para entrar en Prójimo y que luego
pueden ir a otras empresas o agencias de publicidad”, agrega Vidal Meyrelles,
que tuvo su momento de epifanía luego de varios robos y pérdidas de dinero. “El
primer año desarrollamos una marca de ropa llamada 1/15 para Virreyes Rugby
Club, un equipo de un barrio carenciado de Virreyes que gracias a la venta del
producto logró hacer su primera gira internacional”.
Para Pablo Poncini, CEO de la
filial argentina de TBWA, su momento de caer en la realidad fue en 2000, cuando
nació su hijo varón con síndrome de Down. Llevar ese sentimiento a la acción le
tomó hasta 2013. “Para conmemorar el Día de las Personas con Discapacidad, el 3
de diciembre, el Consejo Publicitario Argentino pensaba hacer una gráfica y me
consultaron porque yo les había pedido participar. Sabía que quería decir pero
no me gustaba nada de lo que me salía y no sabía cómo expresarlo. Lo que me
funcionaba como comunicador era sentarme con gente que había tenido un chico
con síndrome de Down y hablarlo uno a uno, pero teníamos que llevarlo a algo
masivo”, cuenta Poncini.
El resultado fue el corto Las
mil millas de Luca , un road movie ambientado en la carrera Las mil
millas de la Patagonia, en la que participaron Poncini y su hijo Luca y que se
corrió en noviembre del año pasado. Para llevar a cabo el proyecto, contó con
la colaboración del cineasta Martín Kalina y de un equipo de filmación, además
del patrocinio de Aerolíneas Argentinas y el Banco Macro. “Si tuviera que pagar
todo el trabajo, yo creo que hubiera costado por los menos $1 millón, y hasta
diría que el doble, porque llevó mucho trabajo poder hacerlo. Trabajamos varios
meses en la preproducción, pero la edición la tuvimos que hacer en dos semanas,
porque volvimos del viaje y el 3 de diciembre teníamos que estrenar para el Día
de las Personas con Discapacidad”.
Impulsada también por la
motivación de ayudar, la agencia Di Paola dio una vuelta por el barrio y eligió
dar una mano a un comercio con el que tuvieran buena relación. En lugar de
hacer el clásico envío de fin de año a sus clientes, la agencia decidió invertir
sus horas de trabajo en un proyecto particular: crear desde cero la marca de la
fábrica de pastas de la esquina.
“Nos juntamos con el equipo
creativo y decidimos hacer la marca de la fábrica de pastas porque tienen buena
mercadería, nos dan de comer y siempre vimos a los dos viejitos muy enfocados
en la producción, pero cero idea de marketing. Entre todos evaluamos que
nuestro regalo de fin de año sería armarles la marca”, cuenta Francisco Di
Paola.
“Fue una sorpresa
cuando vinieron con la propuesta. Veníamos pensando cambiar de nombre y darle
otro vuelo al negocio, porque hoy tenemos dos locales con nombres distintos. Mi
viejo arrancó con una indemnización en el año 2000 y sin idea de cómo armar una
marca. Como esto es una empresita familiar, hasta ahora no pudimos encarar
publicidad porque entramos con lo justo y por eso quedaron esos dos nombres.
Parece que llegó la hora de unificar las marcas”, relata Sebastián Rodríguez,
hijo del fundador de Tua Pasta , que siempre quiso que su empresa se
llamara Viva la pasta . Algo que empieza a estar más cerca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario