A la biografía del Dr. De Marco y el libro de Valenzuela - Sanguineti
debemos sumar, entre otros, los artículos publicados por el Dr, Alonso
Piñeiro en La Prensa. Hasta la Sra. Presidenta realizó un comentario
sobre la capacidad de seducción de Belgrano.
Creo que evocar en estos momentos la figura del creador de la bandera
no es caprichoso, justo cuando se debaten las causas de nuestra
decadencia generalizada, que obviamente tiene algunas connotaciones
éticas.
No resulta extraño, entonces, que el público en general y los
historiadores en particular busquen como referente al prócer más alejado
de toda sospecha de corrupción.
Más allá de sus intervenciones como improvisado general y su
promocionada creación de los símbolos patrios, la gran tarea de Belgrano
fue la búsqueda de guarismos económicos y sociales para construir una
nueva nación. Curiosamente el debate que inició hace doscientos años aún
continúa abierto.
Belgrano era un economista de alma. Él mismo confiesa que el título de
abogado era el trámite necesario para adquirir los fundamentos para
entender mejor las reglas económicas que rigen las sociedades.
Su permanencia en Europa le permitió tomar contacto con las nuevas
ideas, la corriente liberal que se alzaba frente al mercantilismo, esa
costumbre de “comprar por dos y vender por cuatro”, que había generado
la fortuna familiar.
Cuando Belgrano vuelve a Buenos Aires para hacerse cargo de un puesto
en el Consulado de Comercio, promueve las ideas de François Quesnay, un
médico francés devenido en economista que publicó su “Tableau
economique”, donde expone sus ideas fisiócratas.
Para ellos la producción rural era la fuente de riquezas de una
nación. A fin de exponer estas ideas en una tierra inmensa, donde casi
no existía la agricultura, Belgrano traduce y edita las “Máximas
generales del gobierno económico de un Reino agricultor” de dicho
economista. Esgrimiendo estas ideas Don Manuel es el primero en alzarse
contra el monopolio español.
Belgrano participó personalmente de otro debate que se llevó adelante
en España entre los dos pensadores liberales más importantes de la
península, Pedro Campomanes y Gaspar Jovellanos. Este último, fisiócrata
al fin, consideraba que la riqueza de las naciones estaba en la tierra y
como tal, debía ser poseída y explotada por el hombre.
Pero Campomanes -en su discurso sobre “La Educación Popular” sostenía que la riqueza de un pueblo estaba en la educación.
La inteligencia de sus habitantes era “la tierra a cultivar”. De allí
que Belgrano no sólo propugnaba la explotación de la tierra, sino que
proponía por todos los medios la educación.
Este sigue siendo el dilema de la Argentina 200 años más tarde. Hubo un
momento en que se balancearon ambas fuerzas en un país que progresaba
ante los asombrados ojos del mundo y que hoy busca afanosamente cual fue
el punto que marcó su decadencia.
Este punto de inflexión de nuestro progreso coincide con el simplismo
de pensar que nuestra deuda externa se pagaba “con dos cosechas”,
momento en que además se priorizó el calzado de cáñamo y sisal sobre los
libros.
Belgrano se oponía a que el Estado manejase los precios de mercado,
porque “ninguna cosa tiene valor real, sólo tiene el que nosotros le
queremos dar y este se liga a la necesidad a su escasez y abundancia”,
conceptos propios de las lecciones de Adam Smith. Dos siglos más tarde
el debate sigue abierto y oscilamos entre imposiciones autoritarias y
las políticas de mercado, aunque Belgrano estaba muy consciente del
peligro de la apertura total de los mercados. Él fue testigo del efecto
perjudicial que tuvo sobre la endeble industria colonial la invasión de
los productos ingleses.
No quiero terminar este artículo sin exponer una actitud que preocupaba
a Belgrano y era el ocio, en él veía la madre de todos los males de una
nación. “La ociosidad es el origen de la disolución de las costumbres”,
dice en sus escritos económicos. Mantener al pueblo en ese ocio no
creativo y la ignorancia, era para Belgrano garantizar el fracaso del
progreso. ¿Qué hubiese dicho Don Manuel de los “planes trabajar” o la
emergencia docente que hoy vivimos?
Para crecer no necesitamos complicados silogismos o complejos cálculos
matemáticos ni elucubraciones filosóficas, necesitamos ideas claras como
los principios rectores que marcó Manuel Belgrano, para muchos, el
padre de una patria que no es la que él soñó.
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