Fruto de este éxito, Pablo Trapero, director de Carancho, 2010, argentina, con Ricardo Darin y Martina Gusman, se afirma en el imaginario social con un perfil definido, en tanto corrobora la temática de reflejar, como en sus obras anteriores, una realidad sórdida. Esta vez, siendo los accidentes de tránsito la principal causa de muerte en Argentina, va desnudando la ausencia de instituciones adecuadas, carencia que es el caldo de cultivo donde prospera un abogado que lucra con el sufrimiento de víctimas, parientes y deudos.
Devastadas por la desgracia, las víctimas están inermes y quedan desprotegidas en la soledad más agobiante. Pero más aun, las víctimas, en abrumadora mayoría, no buscan ayuda. Como secuela del stress, los efectos de tanto sufrimiento son tan devastadores que anulan cualquier posibilidad de reacción de los sufrientes.
Trapero define a Carancho como una forma de testimonio y registro de una realidad que poniéndola en escena hace más que denunciarla. Y es un paso importante en una situación que va más allá en sus efectos. Para responder a las necesidades de las víctimas no hay sino escasas instituciones que no son mayoritariamente conocidas ni se difunde ampliamente su accionar. En otra nota de hoy hablo de una madre, encomiable ejemplo de superación y empeño, que se recibió de abogada para conseguir justicia por su hija asesinada. También pertenece a dos instituciones que se abocan a este tema.
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