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Palabra más, palabra menos, todos concordamos en buscar bienestar para nuestras vidas. Aun a quienes les gusta el jaleo, a quienes buscan problemas, a quienes revuelven desconsuelos, los guía la búsqueda del bienestar que sucederá a estas tempestades.

Avanzando, en el imaginario colectivo está resuelto qué es el bienestar: bien estar es estar bien.

Deslizamiento de tales cavilaciones, el paso siguiente para estar bien, es no estar mal y para ello se huye ante contratiempos y dificultades.

Pero pendientes las necesidades, por más que se postergue, se aplace o se demore su respuesta, las urgencias volverán.

Este blog trae situaciones de la vida que reflejan cuentas saldadas, cuentas a saldar. Un paso para conseguir otro equilibrio. Ya, aquí y ahora. Otro bienestar es posible.

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lunes, 7 de noviembre de 2011

Mario Roberto Alvarez, 1913-2011, toda una vida

Mario Roberto Alvarez, 1913-2011, toda una vida

Elegido por sus colegas como el más prestigioso del país en la encuesta de Diario de Arquitectura, es autor de cientos de edificios, algunos de los más conocidos son el Teatro y Centro Cultural San Martín, la Bolsa de Comercio, el puente de Juan B. Justo, el Edificio IBM, la torre del Banco Galicia, la Torre Le Park, el edificio del Standard Bank en Puerto Madero y los hoteles Hilton y Continental.

En 1937 egresó de la Facultad de Arquitectura de la UBA con Medalla de Oro y con la misma distinción había egresado del Colegio Nacional Buenos Aires. Pero sin contactos, que en esa época eran condicionantes para trabajar como arquitecto, se ubicó en la Municipalidad de Avellaneda después de viajar durante casi un año, gracias a un premio por su desempeño universitario. En Europa había tomado contacto con la vanguardia y tejió la identidad de arquitecto moderno que sostuvo durante toda su vida. 

Además de sus obras, la innovación que plantó para ejercer su oficio de arquitecto fue armar equipos de trabajo y programar las actividades.

Comentada su muerte en todos los medios, Clarin recuerda un reportaje de dos años atrás, en su Diario de Arquitectura. Cuando le preguntaron cuál era su virtud, contestó, La honestidad. Qué odiaba más La mentira. Cuál consideraba la mejor edad para un arquitecto, De los 50 a los 102 años.

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