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y reseña de las primeras líneas de la nota publicada en
Página 12
FUTURO
Treinta años no es nada
La carrera por las tecnologías de punta también se corre en caminos polvorientos. Casi siempre naturalizamos el uso de artefactos de los que ignoramos cómo funcionan íntimamente. Los sistemas energéticos, los satélites, los aviones, los microcomponentes, son algunos pocos ejemplos de una amplia galería de tecnologías que se compran en el mercado internacional llave en mano, como un paquete cerrado.
Frente a este problema, en la Argentina se gestó una corriente de pensamiento que tendría su apogeo en los años sesenta, levantando las banderas del desarrollo autónomo de tecnologías.
En ese grupo de inquietos emprendedores descolló Jorge Alberto Sábato, un tecnólogo autodidacta que incursionó en distintas actividades científicas y tecnológicas. Precursor del desarrollo local en áreas tan sensibles como la metalurgia, la ciencia de materiales o la energía nuclear, este curioso y muy porteño pensador también se dedicó a reflexionar sobre la autonomía científica y tecnológica del país entre citas tangueras y un lenguaje que, aunque coloquial, poseía una gran riqueza conceptual.
Nacido en 1924, a los dieciocho años se recibió de maestro y a los veintitrés de profesor de física, pero pronto comprendió que no sólo de teoría vive el hombre y puso manos a la obra en áreas tecnológicas que en la Argentina eran prácticamente inexploradas. Al mismo tiempo comenzó a escribir textos de estudio para las escuelas medias y a publicar artículos periodísticos de divulgación en el mítico diario Crítica de Buenos Aires, y luego en otros medios bajo diferentes seudónimos.
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