de Clarin
Lola Mora debió esperar 93 años
Por Nora Sánchez
En el Congreso ya reinstalaron réplicas de las esculturas de la artista quitadas en 1921.
Historia y prejuicios. Emplazada en 1907, los conservadores sacaron la obra porque “no demuestra nuestra cultura y buen gusto”. / MARIO QUINTEROS
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A Lola Mora la estigmatizaron como libertina porque se atrevió a ser artista y a mostrar el esplendor del cuerpo humano. Algo inaceptable para la sociedad pacata y machista de inicios del siglo XX. El 1° de marzo, en la inauguración de las sesiones ordinarias, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner saldó una deuda histórica con ella, cuando descubrió las réplicas de dos grupos escultóricos que había creado para la explanada del Congreso. Los originales, emplazados en 1907, fueron quitados hace 93 años, calificados como “adefesios horribles”. Uno de ellos representaba dos leones, la Libertad y el Progreso, y el otro, a la Justicia, el Trabajo y la Paz. Y la Paz tenía un seno descubierto. “No demuestran nuestra cultura ni nuestro buen gusto artístico”, afirmó el diputado conservador Luis Agote, que instó a que los retiraran.
En 1921, las esculturas fueron donadas a Jujuy. Hace diez años, hubo intentos oficiales para recuperarlas. Como los jujeños se negaron a cederlas, se recurrió a la tecnología para replicarlas. “Las escaneamos en 3D y corregimos virtualmente los daños, con la guía de fotos antiguas –detalla el arquitecto Luis Gorodner, de Progorod S.A., a cargo de la tarea–. La empresa Provinco caló los moldes en poliuretano rígido, que se rellenaron con mármol molido, cemento blanco y hormigón armado. Después se soldó pieza por pieza”.
Hija de un hacendado, Lola Mora tomó clases particulares en Tucumán con el pintor italiano Santiago Falcucci, que le inculcó su estilo neoclasicista y romántico. Cuando expuso sus trabajos se armó revuelo, sólo por el hecho de que era mujer. En 1896, ganó por concurso una beca nacional para perfeccionarse en Roma. Allí fue discípula del pintor Francesco Paolo Michetti y del escultor Giulio Monteverde, que la convenció de que se dedicara sólo a la escultura.
Tres años después, durante la segunda presidencia de Roca, Lola volvió al país con un boceto de la Fuente de las Nereidas. Se la ofreció a la Municipalidad a cambio de que le pagaran los materiales. El intendente Adolfo Bullrich la aceptó para ponerla en Plaza de Mayo. En Roma, la escultora talló en mármol las distintas partes. Y en 1902, las trajo a Buenos Aires. Pero los moralistas se horrorizaron al ver la versión de Mora del nacimiento de Venus, con tritones y nereidas desnudos y la diosa del amor sentada en una valva. Y se opusieron a que la fuente estuviera frente a la Catedral. Terminó en el Parque Colón, en Alem y Perón. La escultora espantó a todos porque usaba pantalones y se trepaba a los andamios. La fuente fue inaugurada el 21 de mayo de 1903, pero 15 años después la relegaron a la Costanera Sur.
También en 1903, a Mora le encargaron las obras para el Parlamento. Las diseñó en su atelier de Roma, donde Roca solía visitarla. En 1906, ya aquí, se fue a vivir al Congreso, donde instaló un taller para terminar el trabajo. Allí se enamoró de Luis Hernández, un empleado legislativo mucho menor que ella con quien estuvo casada seis años. Pero como diría Eduardo Parise, esa es otra historia.
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