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El mundial se vive en los cafés
Pero los bares eran el lugar donde veían los partidos aquellos que no podían llegar a su casa, o transeúntes ocasionales, viajantes y viajeros. Pero en este mundial los se han incorporado como otro lugar ritual del fútbol. Profusamente decorados con simbología futbolera, las confiterías sanrafaelinas alojan una fanaticada que replica los hábitos privados en un ámbito social.
Los mozos con camiseta argentina, banderas en las ventanas, venta de cotillón, manteles individuales con el fixture, servilletas alusivas, todo es mundial. Hasta se ven algunos casos donde el menú lleva nombres mundialistas, así es posible comerse un combo mundial o el superpancho Brasil 2014.
Mirar el partido en el bar es casi una experiencia sociológica. Las exclamaciones, los “uuuhhhh” masivos cuando se pierde un gol o nos salvamos de milagro, los festejos de los goles, los gritos, y hasta los insultos. Ni hablar cuando alguien entra despistado y se para buscando lugar y obstaculizando la visión.En el entretiempo se escuchan las interpretaciones de todos los directores técnicos que se encuentran en las mesas: que tal debe bajar unos metros, que el cinco no releva cuando los centrales suben, que al puntero le falta desmarque, se mezclan con interpretaciones menos académicas, del tipo te dije que ese tipo es un muerto o el este no corre ni aunque le pongan la liebre adelante. Cuando termina el partido las mesas se vacían como por arte de magia, solo quedan pocos parroquianos dedicados a la interpretación y análisis.
Pleno centro de San Rafael, tiempo de descuento en Argentina Nigeria, la pelota está sobre un costado, cerca del centro de la cancha, la disputan con fiereza cuando suena el silbato y el árbitro señala el centro de la cancha. Final, victoria, y la gente estalla en un cerrado aplauso. Como si estuvieran en la cancha.
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