Tiempo Argentino
Las famosas cartas de amor en papel
El 23 de mayo de 1974 se estrenó una de las películas más importantes de "Babsy", basada en el libro de Puig.
Gustavo J. Castagna
Los soplidos de libertad se reflejaban en las decisiones del Ente de Calificación Cinematográfica, dirigido por Octavio Getino, que había autorizado la exhibición de películas de Pasolini (El Decamerón), Bertolucci (Último tango en París), Kubrick (La naranja mecánica), Costa Gavras (Estado de sitio; Z) y una decena de films italianos de corte político y testimonial, por ejemplo, La clase obrera va al paraíso.
El fervor social de entonces había convertido al cine argentino industrial en un enemigo de los tanques norteamericanos de la época, que debieron disminuir la cantidad de salas para sus estrenos de alto presupuesto. En ese contexto, donde el cine nacional era amo y señor en la cartelera céntrica y también, en las salas de barrio (seis en Villa del Parque; diez en Boedo; cinco en Villa Devoto), las cifras finales resultaban más que alentadoras, superando holgadamente los 500 mil espectadores y, por qué no, llegando al millón tan deseado en más de una ocasión.
Leopoldo Torre Nilsson intentaba retomar su cine de mayor calidad y prestigio (La casa del ángel; La mano en la trampa) luego de sus olvidables coproducciones y de la trilogía histórica de carácter escolar, con San Martín, Martín Fierro y Güemes como protagonistas. "Babsy" (apodo de LTN) venía de adaptar a Roberto Arlt con Los siete locos, junto a su pareja y musa inspiradora Beatriz Guido, en una fusión de la novela homónima con fragmentos de Los lanzallamas. Pero adaptar a Manuel Puig, por primera vez en el cine, resultaba una tarea compleja, más aun si se trataba de una novela epistolar (publicada en 1969), concebida a través de cartas, noticias de diarios e informes periodísticos o de otras características.
El trabajo fue arduo entre Nilsson y Puig, encargados de la transposición literaria, pero los resultados serían los mejores. El mundo Puig, anexado a los prejuicios y tabúes sociales y sexuales que le interesaban al cineasta. El retrato fiel de ese pueblo donde se desarrolla la historia de amor entre Juan Carlos Echepare (Alfredo Alcón) y laNené (Martha González) y el acompañamiento de otros inolvidables personajes, como la Raba, la Mabel, el Pancho, la Celia, la Elsa, viuda de Di Carlo.
Y el pueblo como geografía protagónica, junto a la radio, las compras en el almacén, el chisme expresado a través del susurro, la tuberculosis que corroe el cuerpo de Juan Carlos, su restablecimiento en las sierras cordobesas, Nené y su familia con chicos gritones que no la dejan en paz ni un rato para añorar y llorar por el gran amor su vida.
Pasado y presente se conjugan en imágenes, con una estupenda recreación de época, junto a la recordada banda de sonido de Waldo de los Ríos. Y, por supuesto, esas cartas "ataditas" con un moño rojo, perfumadas, que construyen la historia entre la Nené y el galán del pueblo.
Boquitas pintadas se estrenó aquel 23 de mayo en las salas céntricas Atlas y Callao y en otras 36 simultáneas (cines de barrio), más de 600 mil espectadores fueron a verla y se convirtió en la mejor película de Torre Nilsson desde la segunda mitad de la década del '60. También en la más lograda transposición de la obra del autor, a gran distancia de las posteriores El beso de la mujer araña y Pubis angelical.
Pero, a mitad de año, el viento favorable comenzaría a cambiar su dirección. Perón muere el 1 de julio y el poder heredado designa a Miguel Paulino Tato al frente del Ente. Tato –ex crítico de cine– tiene una obsesión enfermiza: joderle la vida a Torre Nilsson, quien lo había remplazado como director en las últimas semanas de rodaje de Facundo, el tigre de los llanos (1952), único film realizado por el futuro censor. Con sugerencias de cortes y muchas dificultades, Babsy estrena La guerra del cerdo (sobre Bioy Casares) y el policial El Pibe Cabeza, y ya en dictadura, la versión adulterada de Piedra libre, con varios tijeretazos a cargo de aquel inquisidor aceptado por buena parte de la sociedad.
Nilsson moriría en septiembre de 1978 a los 54 años, no en la sierra cordobesa como Juan Carlos, enfermo de cáncer y sin poder ver un cine libre. Aquellas cartas de amor ya no tenían rouge, sino que estaban manchadas de sangre y muerte. «
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