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Palabra más, palabra menos, todos concordamos en buscar bienestar para nuestras vidas. Aun a quienes les gusta el jaleo, a quienes buscan problemas, a quienes revuelven desconsuelos, los guía la búsqueda del bienestar que sucederá a estas tempestades.
Avanzando, en el imaginario colectivo está resuelto qué es el bienestar: bien estar es estar bien.
Deslizamiento de tales cavilaciones, el paso siguiente para estar bien, es no estar mal y para ello se huye ante contratiempos y dificultades.
Pero pendientes las necesidades, por más que se postergue, se aplace o se demore su respuesta, las urgencias volverán.
Este blog trae situaciones de la vida que reflejan cuentas saldadas, cuentas a saldar. Un paso para conseguir otro equilibrio. Ya, aquí y ahora. Otro bienestar es posible.
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martes, 24 de mayo de 2011
Betiana Blum en Cámara Lenta
Cámara lenta. Historia de una cara, fue publicada por la editorial Búsqueda en Buenos Aires en 1979 con prólogo de la actriz Norma Aleandro, en momentos en que su autor estaba exiliado en Madrid.
En reportajes posteriores, cuando le preguntaban por ese título, Tato (Eduardo Pavlovsky) lo refería a la lentitud que refleja al deterioro de este boxeador y decía que para sobrevivir, todos adoptamos personajes, como un actor que sigue representando en su vida a quien interpretó en el teatro, en un proceso ralentizador del que no sabemos qué derivaciones tendrá. El corolario declarado por Tato era que algunos creativos no siguieron adelante con su obra, afectados por las cicatrices que les dejó la represión desde adentro.
Sus palabras eran un compendio perfecto de la obra. El boxeador que perdió y nunca se recuperó soñaba con volver, en medio de una miseria que crecia a diario.
En la época de su estreno, un día fijo a la semana, la función continuaba con un debate, poblado principalmente de un público psi. Psicólogos, psicoanalistas y hasta profesionales de psicopedagogía, digo esto porque sé que cuando fui una psicopedagoga estaba presente.
En el debate de esa noche, notamos los velos. Velada la derrota, velada imposibilidad de retornar al ring, a la gloria. En un momento de la trama, Betiana Blum se baña en un juego de luces y sombras, habiéndose desvestido de un ropaje tenue de velos. Develado su cuerpo, escultural, perfecta y extraordinariamente bella, cierra la escena en quietud inmóvil y altiva frente al público. Que desnudarse se desnuda mucha gente, pero en 1981 y en una obra de Pavlovsky, eso sí es original.
Para aderezar la línea de los velos sobre la realidad, Carlos Carella hizo su aporte. Con su simpatía concreta dijo, palabras más, palabras menos, firme y sonriente,
- ¡ que vuelteros para hablar de la mina desnuda! ¡si a todos les gustó!
El boxeador repetía relatos de sus combates gloriosos, con una muletilla,
- ¿ qué pasó? lanzada una y otra vez a su manager. Luego del desnudo de Betiana Blum, rescatada su pregunta sigue otro rumbo y tiene la tonalidad de incomprensión desesperada que dimensiona la tragedia que padece.
Betiana Blum, ganadora del Martín Fierro como actriz de reparto por su papel en Para vestir Santos durante 2010, comentado en este mismo blog.
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