Un médico argentino, dedicado a curar a los heridos sirios
Para muchos israelíes la cuestión de curar y devolver a un país enemigo a eventuales atacantes es todo un debate ético. Pero Embon cree que "enemigos son los regímenes, y no siempre las personas se identifican con las políticas de sus gobiernos". "Nosotros atendemos a seres humanos en necesidad de un tratamiento médico urgente", dice.
Sin embargo, no todos razonan así. Hace unas semanas un "inocente" visitante sirio tomó fotos con su teléfono de sus compatriotas internados en el hospital y luego las subió a un sitio de Internet con los nombres de los "traidores" que habían pedido ayuda al enemigo.
Pese a su cercanía con una zona de guerra, esta ciudad de Safed, con 26.000 habitantes, es una pintoresca localidad serrana, que recibe muchos turistas religiosos como centro fundamental de la Kabbalah judía.
El hospital Ziv está ubicado en una colina de esta ciudad, que está 900 metros sobre el nivel del mar, la de mayor altitud en Israel.
Pero es en los pasillos de este moderno hospital de 320 camas y 1200 empleados donde se percibe el clima de una zona de frontera caliente, en la que se mezcla la población de varios países. Hay personal médico judío y también musulmán, se habla tanto hebreo como árabe, y en las salas se ven mujeres con velo y gran cantidad de soldados armados, que custodian el edificio y a los pacientes sirios ingresados en calidad de refugiados.
Hasta febrero pasado, los militares israelíes apostados en las Alturas del Golán veían la guerra civil siria como un conflicto que ocurría a las puertas de su casa, pero en el que no deseaban inmiscuirse. De hecho, la cima de los cerros se convirtió en un atractivo para los "turistas de guerra" de todo el mundo, que llegan para ver a simple vista la ciudad siria de Quneitra. Los días en que hay enfrentamientos, desde el lado israelí se oyen claramente los disparos.
"Un sábado en febrero recibimos una llamada del ejército -recuerda Embon-. Nos dijeron que habían llegado a la frontera siete jóvenes sirios heridos. Debido a su edad y tipo de heridas, nos imaginamos que eran rebeldes y opositores a Al-Assad, pero nosotros no preguntamos. Los atendimos y el ejército israelí los devolvió luego hasta la frontera."
Sin embargo, la crueldad de la guerra civil, que ya causó más de 120.000 muertes, produjo lesiones cada vez más graves y aquel gesto excepcional se multiplicó de manera imprevista. En estos meses cruzaron la frontera y fueron atendidos en el hospital Ziv 174 heridos de guerra, 15 de ellos menores de edad.
En el momento de la visita de LA NACION estaban internados 21 refugiados sirios, cinco de ellos menores.
La historia del pequeño Ahmed, un paciente de cuatro años, es muy similar a la de tantos otros niños de la guerra. Alojado en una habitación individual muy luminosa, el tío de Ahmed -quien pidió no revelar su nombre por temor a represalias- accedió a contar su historia. Hace una semana, las bombas destruyeron la aldea donde vivía la familia. El tío y Ahmed fueron los únicos sobrevivientes.
Al pequeño se le derrumbó encima su casa durante el ataque. Nunca supieron si fue fuego de los rebeldes o del gobierno. La cara de Ahmed está ahora plagada de lastimaduras ocasionadas por las esquirlas y los escombros, y en sus piernas tiene fijadores externos metálicos por la gran cantidad de fracturas. "Nuestra aldea desapareció por completo, ya no tenemos a dónde regresar", se lamentó el tío. Desterrados en su propio país y sin familia, no saben a dónde irán cuando el ejército israelí los devuelva a la línea fronteriza una vez que el pequeño termine su recuperación.
"En Siria vemos a los israelíes como enemigos, como monstruos. Pero estos médicos le salvaron la vida a Ahmed y yo estaré eternamente agradecido", dijo el tío a LA NACION.
Como en todo hospital, aquí hay historias de sufrimiento y dolor, pero también de vida. Hace un mes ocurrió una situación muy particular.
Una joven siria de 20 años estaba a término para dar a luz, pero en la clínica de su aldea le dijeron que no podrían ayudarla en el parto.
Fue entonces cuando la muchacha y su marido comenzaron una travesía contra reloj en medio de un país en guerra, para tratar de llegar a la frontera con Israel, ante la esperanza de que pudieran recibirla allí.
La clave era poder acercarse lo suficiente a la línea fronteriza como para ser vistos por los soldados israelíes, con el riesgo siempre de ser identificados por soldados o rebeldes sirios y ser acusados de traidores.
Finalmente, una ambulancia militar israelí los visualizó y los trasladó con urgencia al hospital Ziv, donde la joven dio a luz un bebe varón.
"Fue una historia muy emocionante -recordó Embon-. Algo muy especial porque un parto no es una enfermedad, es algo lindo. Y es una vida que hemos ayudado a venir al mundo. Como médico, yo me siento muy feliz de poder ayudar desde este lugar. Para eso estudié medicina, y para eso me vine desde la Argentina.
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