Una investigación universitaria revela que en Texas se ejecutó a un inocente

Una investigación universitaria  revela que en Texas se ejecutó a un inocente

En 1989, el estado de Texas ejecutó, con una inyección letal, a Carlos DeLuna, condenado a la pena capital por el asesinato, en 1983, de una mujer en una estación de servicio. La asesinada y el hombre ejecutado por el crimen compartían ser hispanos y pobres. 

Ahora, 23 años después, un equipo de la facultad de Derecho de la Universidad de Columbia presentó Los tocayos Carlos, profunda investigación que demuestra que el condenado era inocente y que el verdadero asesino fue, muy probablemente, un tocayo muy parecido a él.
Wanda López trabajaba en una estación de servicio de la localidad de Corpus Christi. Un ladrón robó el negocio y la hirió de muerte con un cuchillo de caza, pero la mujer llegó a hacer una denuncia telefónica: hay un sospechoso con un cuchillo dentro de la tienda... Es un mexicano. Está de pie aquí mismo, en el mostrador.

Una testigo describió a Carlos DeLuna como el asesino y el hombre fue detenido una hora más tarde. En todo momento, hasta que fue ejecutado, DeLuna aseguró que era inocente y acusó por el asesinato a un tocayo suyo, Carlos Hernández, también hispano, a quien conocía, con quien tenía un impresionante parecido físico.

Según DeLuna, él y Hernández estaban juntos la noche del crimen; su tocayo fue a buscar algo a la estación de servicio y, como no volvía, él se acercó al lugar. Allí lo vio discutiendo con una mujer y, asustado, porque él mismo ya tenía antecedentes policiales, huyó del lugar corriendo. Pero los fiscales no creían siquiera que Hernández existiera. Y el caso siguió hasta la ejecución de DeLuna, en diciembre de 1989.

Años más tarde, el profesor James Liebman comenzó a investigar. Y pudo confirmar que Carlos Hernández existía y que había sido condenado a una pena de 10 años de prisión dos meses antes de la ejecución de su tocayo, y que esa condena fue por atacar con un cuchillo a una mujer. También demostró que Hernández fue arrestado 39 veces, 13 de tales acusado de usar un cuchillo de caza, que pasó toda su vida adulta en libertad condicional, y, más aún, que en numerosas oportunidades había reconocido ante amigos y familiares ser el asesino de Wanda. Además, la testigo que había identificado a DeLuna admitió, años después del juicio, que tenía cierta dificultad para distinguir a los hispanos.

En su investigación, Liebman y doce alumnos de Columbia regresaron al lugar del crimen, recopilaron información judicial, de medios y de los familiares de DeLuna y realizaron numerosas entrevistas personales para reconstruir los hechos y demostrar que el ejecutado no era el asesino y que el estado de Texas ejecutó al Carlos equivocado.

La investigación -que procura servir como disparador de un replanteo sobre la pena de muerte, aún legal en numerosos estados norteamericanos-, fue presentada en el último Columbia Human Rights Law Review, que suele presentar investigaciones de profesores y alumnos. Por la trascendencia y las implicancias políticas del tema, la Universidad hizo una publicación monotemática con el doble de espacio del habitual. La versión impresa de Los tocayos Carlos tiene más de 400 páginas, y en la versión de Internet presenta todavía más información, como otros aspectos de la investigación y fotos, videos y audioentrevistas.