Una de las aplicaciones de la Web que se apreció desde sus comienzos es la exhibición de intimidades. Hace diez años notábamos el surgimiento de dimensiones insospechadas de la identidad popular del cibernavegante. Se tomaba un nombre, se instalaba en un personaje, se lo adoptaba durante un tiempo y luego desaparecía. El vehiculo perfecto para revelar vivencias inconfesadas y herméticas.
Más recientemente se impone la aceptación indiscriminada de contactos en las redes sociales, impulsada por el interés en alcanzar los mayores números de contactos. La gente se expresa criticando realidades ajenas, comenta los estados de ánimo que le despiertan y sube videos y fotos, cuando busca estar expuesto a las miradas de los otros.
El uso distraído de filtros no preserva de innumerables pifias y bloopers en las redes sociales. Circulan como advertencias desde el empleado que es descubierto por su jefe cuando se ufana con sus contactos de participar de ciberjuegos en horas de trabajo al conyugue que termina divorciado al descubrirse su romance clandestino mientras alardea de sus dotes amatorias.
Blogs, Wikis, Twiter, Facebook son vehículos de estos contactos. Recientemente se sumó la movilidad de los teléfonos celulares. Al momento, contactos más propios de incontinencia verbal que espontaneidad de afectos, incluyendo por igual a los amigos de carne y hueso y a los cibernautas virtuales.
La opinión generalizada es que ante tal proliferación de vínculos, se los seleccionará. En lo inmediato la urgencia es que a nadie le interesa que le agredan, de modo que se descartará a quienes violentan y en pasos posteriores se agregarán requerimientos personalizados por afinidades, por intereses, por afectos.
En una etapa ulterior, se espera que el público de la Web muestre su hablar original, genuino y legitimo. Todo depende de que alguien comience.
Este blog es un atajo para ponernos al día con nuestras propias postergaciones.
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