Algunas veces, malas experiencias previas arruinan un matrimonio.
Ambos enamorados coinciden en su deseo y acuerdan casarse. Acometen el proyecto común, planifican sus pasos, ponen sobre la mesa sus ilusiones.
Y hay pasos que cada quien maneja por su lado. Se toma la resolución de no contaminar el matrimonio idealizado. Se propugna un corte con las historias viejas. A partir de semejante paso, todo cambiará y el pasado no retornará.
Pero lo que se ha dejado afuera sigue su curso, presiona para lograr su expresión, busca su participación, quiere su integración.
Se renuevan las defensas, ocultamientos y resistencias para impedir esa presencia. Como se lo ha intentado todo y los impulsos siguen intentando abrirse paso, pero no se acepta su realidad, se le imputa semejante malestar al matrimonio, pues no lo disolvió. Los resultados no son felices.
Importante es atender un miedo frecuente y habitual: la expresión, la participación, la integración de lo que se ha dejado afuera, no implica su escenificación en los dos cuerpos de esa pareja, ni siquiera en uno solo de ellos, ni en otros cuerpos. Otros son los canales que se requieren para dar vía a esas vivencias retenidas. Esta es una vía. Escribir las palabras escamoteadas de pronunciarse en su momento. Es un paso. Otros pasos son necesarios. Vendrán después. Un camino de mil pasos se comienza dando el primero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario