La imbecilidad al palo
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El jueves por la noche los hinchas de River y de Boca teniamos un solo objetivo: pasar a cuartos, dejar destruido, aniquilado, esparcido en pedacitos a nuestro acérrimo rival… Llorando sin consuelo sobre la verde gramilla ante sesenta mil almas en silencio, avergonzadas… (O eufóricas y victoriosas ). Era uno u otro. No había lugar para dos.
Lo que nadie imaginaba era que íbamos a llegar al día siguiente ( y seguramente a la semana posterior) sin saber quién era el uno que pasaba y el otro que no.
El impensado desencadenante del jueves no fue culpa de Boca, sino de la imbecilidad al palo de los argentinos. El que hizo lo que hizo no puede arrogarse ser hincha de un club. No sabe discernir. O quizás si. Tal vez nació para el mal. Porque la idea no se le ocurrió al terminar el primer tiempo: la pensó antes, la preparó, la escondió y decidió poner en práctica su plan sin analizar por supuesto que le arruinaba el partido a millones de argentinos , y que esas imágenes hoy estarían recorriendo el mundo y mostrando cómo somos los sudacas, o los indios del sur.
La culpa por ese imbécil no fue de Boca, pero lo que pasó antes (y después, sobre todo), sí.
Antes, porque su seguridad y buena revisión no fueron tales. Y después, porque nadie supo controlar – ni quiso – a su tropa.
Mas de una hora estuvieron los jugadores sin poder ir del campo de juego a sus vestuarios. Pocas veces he asistido a un espectáculo donde quedara evidenciada tan escasa solidaridad entre pares.
Suspendido el partido – otra vergüenza: nadie se animaba a tomar una decisión – los jugadores de Boca y de River, todos victimas del sinsentido ajeno – se ubicaron a metros unos de otros, sin hablarse y mirándose de reojo como si el otro fuese un “apestoso apestado”.
Ni los dirigentes de Boca, ni su técnico, ni su capitán, ni el responsable del estadio, tuvieron un gesto de amistad, responsabilidad y solidaridad en un momento duro que nadie sabía cómo iba a terminar.
El desprotegido total era River.
Pudieron ordenar evacuar el estadio, o retirar la gente hacia un costado para evitar agresiones, escupitajos y proyectiles. Pudieron insistir una y otra vez por altoparlantes solicitando cautela y pidiendo por favor calma para evitar sanciones mayores…
Pero lo más importante, lo imperdonable, fue que estuvieron los 40 jugadores de ambos planteles al lado ( aunque a quince metros uno del otro) y NUNCA los de Boca se acercaron. Es más: se negaron a compartir la salida de la cancha juntos, lo cual hubiese sido, dentro de todo, un final más razonable, aunque no feliz.
River amagó salir y tuvo que volverse en dos ocasiones. Finalmente se animó y lo hizo. Con una protección policial que tardó mas de una hora.
Apenas River pudo salir de la cancha, los jugadores de Boca se juntaron, ¡saludaron a la doce! y se retiraron lo más campantes. Algunos, incluso, sonriendo.
Si yo fuese amigo de los muchachos de la Bersuit, ya le estaría cambiando el nombre a la canción. La imbecilidad al palo.
( Como hincha de River , lo mismo hubiese escrito, si esto ocurría en el Monumental. Lo aclaro por si algún imbécil piensa lo contrario…)
de
http://eleco.com.ar/deportes/la-imbecilidad-al-palo/
de Tandil
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